Cómo detectar que alguien te miente: algunas técnicas recomendadas por el FBI
¿Consideras que siempre dices la verdad? ¿Te consideras un experto a la hora de encontrar las falacias más escondidas? Seguramente haya cosas que se escapan. Si bien eso es normal, debemos mejorar lo suficiente para poder detectar mas y mejor las falacias a las que nos vemos sometidos todos los días.
“Hay que tener buena memoria después de haber mentido”, decía el poeta y dramaturgo francés Pierre Corneille. Vivimos en un mundo de verdades a medias en el que, como dice el refrán español, “se pilla antes a un mentiroso que a un cojo”. Pero muchas veces, y sobre todo en los casos policiales o en las investigaciones judiciales, resulta más que difícil saber si alguien está mintiendo o bien siendo sincero. Desgraciadamente, en las cárceles también pagan justos por pecadores y hay más de una persona inocente dentro.
Por lo general, existen un montón de mitos sobre trucos de detección de mentiras: no mirar a los ojos o esquivar la vista, tocarse demasiado el pelo… Pero aquellos que más conocen de este mundo son sin duda los agentes de inteligencia o de detección en aeropuertos y los expertos en interrogatorios. Ellos están acostumbrados a resolver casos de suma importancia para la seguridad del país o del Estado para el que trabajan.
“Lucha o huye”:
Uno de estos indicadores es lo que se llama el “fight or flight” (que en español podría traducirse como “lucha o huye”). Este comportamiento afecta directamente a la actitud que tiene el sujeto frente al interlocutor. Se basa en la sensación que emerge cuando alguien se muestra incómodo en la conversación a raíz de tus mentiras y solo piensas en dos cosas: en acabar con la otra persona usando malos argumentos descalificativos o en salir corriendo sin mirar hacia atrás.
Esta forma de mentir también deja rastro a nivel físico: si un individuo traga demasiada saliva o mueve demasiado los brazos o las piernas es porque el “cerebro primitivo”, “está debatiéndose entre quedarse a luchar para salir de la situación y defender su posición o bien escapar de la escena lo más rápido posible”.
Demasiada concreción:
Cuando la gente miente, procura casi siempre usar la menor cantidad de palabras para no contradecirse o arrojar un detalle imprevisto que descoloque toda su versión, en particular si es un mentiroso inteligente. A veces, incluso, tienden a usar solo dos sentidos: el oído y la vista. Se muestran asépticos, imperturbables, como si le hecho del que estás hablando no fuera nada con ellos. Hacen el mínimo movimiento corporal posible para no delatarse.
¿Cómo conseguir que no les quede otra opción que decir la verdad? Tan solo una cosa muy sencilla: preguntándoles por los pormenores. ¿Qué estaban viendo en la televisión en el momento en cuestión? ¿Qué se prepararon para cenar cuando ocurrió aquello que te ocultan? Esta fórmula tiene más peso y éxito cuando cuentas con testigos y te ofrecen distintas respuestas.
El tono, el volumen o la velocidad:
Si en el discurso de repente pone demasiado énfasis en sus palabras o está hablando a un volumen pausado y de repente acelera, deberías sospechar. Si incrementa el ritmo o lo ralentiza, es porque no quiere que sus palabras se escuchen demasiado o, al contrario: quiere aclarar las cosas (que son evidentemente mentira). “Otro de los indicadores es mostrar demasiada emoción o coraje a la hora de afirmar”. “Cuando algo es verdad no hace falta exaltarse tanto”.
El ejemplo más rotundo de esta forma de mentira es cuando el expresidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, tuvo que salir a dar explicaciones públicas por su infidelidad con la Srta. Mónica Lewinsky. Sus palabras textuales fueron: “Quiero decir algo a los ciudadanos norteamericanos, quiero que me escuchéis, lo diré otra vez: no he tenido relaciones sexuales con esa mujer”.
Al margen de la pausa y claridad con la que expresa las palabras, hay dos detalles clave que le delatan: en primer lugar, repetir tres veces que está dispuesto a contar la verdad. Afianzar tanto una posible verdad por la sospecha de que es mentira consigue el efecto opuesto. Si estamos tan seguro de una cosa, no deberíamos tener que repetir más de una vez que vamos a decir toda la verdad y nada más que la verdad, ya que siembra dudas o desconfianza en los interlocutores.
El segundo punto que delata la mentira de Clinton es el modo de referirse a Lewinsky como “esa mujer”, lo que confiere la intención manifiesta del expresidente de tomar distancia respecto a ella, como si no la conociera o estuviera claramente enemistado. Al fin y al cabo, se nota más que estás mintiendo cuanto más se pretende ocultar algo. De algún modo, el caso de Clinton es bastante paradigmático, ya que hemos visto miles de veces a los políticos dar ruedas de prensa sobre asuntos comprometidos en las que usaron una forma de discurso similar a la que emplea el expresidente.
Las muletillas:
Aunque las usan muchísimas personas a diario, construcciones lingüísticas como “en plan…”, “casi…”, “del tipo…” (sobre todo si las siguen puntos suspensivos) denotan que la información que estás transmitiendo es vaga, inconsistente o que directamente se la están inventando. En las escenas de pareja hay una muy típica que desmantela cualquier mentira bien contada. Se trata de los “buenos”. Si le pides que te cuente la verdad sobre un asunto y lo que te contesta es un “bueno…”, eso quiere decir que nos están engañando, ocultando información o directamente no sabe de lo que habla y querrá decir algo que nos guste escuchar.
En cambio, si comienza la oración con un “bien…” eso denota que el interlocutor está pensando contar algo que no esperamos. En este caso, esta fórmula es muy convincente, por lo que si se quiere mentir a alguien será una forma muy eficaz de hacer que cuele. Si se combina esta fórmula con una mirada penetrante a los ojos no solo te creerá de los pies a la cabeza en todo lo que digamos, sino que también se sentirá intimidado.
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